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El cáncer de tiroides se puede diagnosticar después que una persona acude al médico porque presenta síntomas, o puede que se detecte durante un examen médico de rutina u otros estudios. Si tiene alguna razón para sospechar que podría tener cáncer de tiroides, su médico utilizará uno o más exámenes para confirmar el diagnóstico. Si se detecta cáncer, se podrían hacer otras pruebas para obtener más información sobre el estado de la enfermedad.
Su médico querrá conocer su antecedente médico completo si usted presenta cualquier signo o síntoma que sugiera cáncer de tiroides. A usted le preguntarán sobre los posibles factores de riesgo, síntomas, y cualquier otro problema de salud o inquietud que tenga. Si alguien en su familia ha padecido cáncer de tiroides (especialmente cáncer de tiroides medular) o tumores llamados feocromocitomas, es importante que se lo comunique a su médico, ya que podría estar en alto riesgo de esta enfermedad.
Su médico le examinará para obtener más información sobre los posibles signos del cáncer de tiroides y otros problemas de salud. Durante el examen, el médico prestará especial atención al tamaño y firmeza de su tiroides y a cualquier agrandamiento de los ganglios linfáticos en su cuello.
Los estudios por imágenes se pueden realizar por varias razones:
Se puede realizar uno o más de estos estudios en las personas que tienen o que podrían tener cáncer de tiroides.
La ecografía usa ondas sonoras para crear imágenes de partes de su cuerpo. Durante esta estudio no hay exposición a la radiación.
Este estudio puede ayudar a determinar si un nódulo tiroideo es sólido o está lleno de líquido. (Los nódulos sólidos tienen más probabilidad de ser cancerosos). También se puede utilizar para comprobar el número y el tamaño de los nódulos tiroideos, y para ayudar a determinar si hay algún ganglio linfático adyacente agrandado debido a la propagación del cáncer de tiroides.
Para los nódulos tiroideos que son muy pequeños como para ser palpados, esta prueba se puede usar para guiar una aguja de biopsia hacia el nódulo para obtener una muestra. Aun cuando el nódulo es lo suficientemente grande como para palparlo, la mayoría de los médicos prefieren usar una ecografía para guiar la aguja.
Las gammagrafías con yodo radiactivo se pueden usar para ayudar a determinar si alguien con una protuberancia en el cuello podría tener cáncer de tiroides. A menudo, se usan también en personas que ya han sido diagnosticadas con cáncer de tiroides diferenciado (papilar, folicular o célula Hürthle) para ayudar a mostrar si se ha propagado. Debido a que las células del cáncer de tiroides medular no absorben el yodo, no se usan las gammagrafías con yodo radiactivo en este cáncer.
Para este estudio, se administra una pequeña cantidad de yodo radiactivo (I-131) por la boca (generalmente en forma de pastilla) o se inyecta por vena. Con el pasar del tiempo, la glándula tiroidea (o las células tiroideas en cualquier parte del cuerpo) absorbe el yodo. Se usa una cámara especial varias horas después para ver a dónde se ha dirigido la radioactividad.
Para una gammagrafía tiroidea, la cámara se coloca frente a su cuello para medir la cantidad de radiación en la glándula. Las áreas anormales de la glándula tiroides que contienen menos radioactividad que el tejido circundante se llaman nódulos fríos, y las áreas que atraen más radiación se llaman nódulos calientes. Por lo general, los nódulos calientes no son cancerosos, pero los nódulos fríos pueden ser benignos o cancerosos. Debido a que tanto los nódulos benignos como los cancerosos pueden aparecer fríos, esta prueba no puede diagnosticar por sí sola el cáncer de tiroides.
Después de la cirugía para cáncer de tiroides, las gammagrafías con yodo radiactivo a todo el cuerpo son útiles para detectar una posible propagación por todo el cuerpo. Estos estudios se vuelven incluso más sensibles si toda la glándula tiroidea ha sido extirpada mediante cirugía porque más yodo radiactivo es recogido por cualquier célula del cáncer tiroideo remanente.
Las gammagrafías con yodo radiactivo funcionan mejor si los pacientes tienen niveles altos de la hormona estimulante de tiroides (TSH, por sus siglas en inglés, o tirotropina). Para las personas con tiroides extirpadas, se pueden aumentar los niveles de TSH al suspender las pastillas de hormona tiroidea por varias semanas antes del estudio. Esto causa niveles bajos de hormona tiroidea (hipotiroidismo), haciendo que la glándula pituitaria segregue más TSH, lo que estimula a cualquier célula de cáncer de tiroides a absorber el yodo radiactivo. Una desventaja de esto consiste en que puede causar los síntomas de hipotiroidismo, incluyendo cansancio, depresión, aumento de peso, somnolencia, estreñimiento, dolores musculares y dificultad para concentrase. Una manera de aumentar los niveles de TSH sin suspender el reemplazo de hormona tiroidea es administrar una forma inyectable de tirotropina (Thyrogen) antes del estudio.
Debido a que cualquier yodo que ya se encuentra en el cuerpo puede afectar este estudio, a las personas generalmente se les pide que eviten alimentos o medicinas que contengan yodo varios días antes de la gammagrafía.
El yodo radiactivo también se puede usar para tratar el cáncer de tiroides diferenciado, pero se administra en dosis mucho más elevadas. Este tipo de tratamiento se describió en Terapia con yodo radiactivo (radioyodo).
Si a usted le diagnostican cáncer de tiroides (especialmente cáncer folicular de tiroides), se puede realizar una radiografía regular del tórax para ver si el cáncer se ha propagado a los pulmones.
La tomografía computarizada (CT) es un estudio de radiografía que produce imágenes transversales detalladas de su cuerpo. La CT puede ayudar a determinar la localización y el tamaño de los cánceres de tiroides y si ellos se han propagado a áreas cercanas, aunque la ecografía es el estudio que generalmente se hace. Además, una CT se puede usar para determinar si hay propagación a órganos distantes, como a los pulmones.
Una desventaja de la CT es que la sustancia de contraste de la CT contiene yodo, lo que interfiere con las gammagrafías con yodo radiactivo. Por esta razón, muchos médicos prefieren las imágenes por resonancia magnética para el cáncer de tiroides diferenciado.
Las imágenes por resonancia magnética (MRI) utilizan imanes potentes en lugar de radiación para producir imágenes transversales muy detalladas del cuerpo. Las MRI se pueden usar para saber si hay cáncer en la tiroides, o cáncer que se ha propagado a partes cercanas o distantes del cuerpo. Sin embargo, la ecografía es generalmente el estudio de la tiroides que se hace primero. La MRI puede proveer imágenes muy detalladas de los tejidos blandos, como la glándula tiroidea. Estos estudios son también muy útiles para ver el cerebro y la médula espinal.
La tomografía por emisión de positrones (PET) puede ser muy útil si su cáncer de tiroides es uno que no ha absorbido yodo radiactivo. En este caso, la PET puede indicar si el cáncer se ha propagado.
El diagnóstico definitivo de cáncer de tiroides se hace con una biopsia, en la que se obtienen células del área sospechosa y se analizan en el laboratorio.
Si su médico cree que se necesita una biopsia, la manera más simple de saber si un nódulo o protuberancia en la tiroides es canceroso o no es mediante una biopsia por aspiración con aguja fina (FNA) del nódulo tiroideo. A veces este tipo de biopsia se puede realizar en el consultorio o la clínica de su médico.
Antes de realizar la biopsia, se podría inyectar una anestesia local (medicamento para adormecer) en la piel encima del nódulo, pero en la mayoría de los casos no se necesita un anestésico. Su médico colocará una aguja fina y hueca directamente en el nódulo para obtener algunas células y unas pocas gotas de líquido en una jeringuilla. Por lo general, el médico repite el procedimiento dos o tres veces para tomar muestras de varias áreas del nódulo. Las muestras de biopsia luego se envían a un laboratorio, en donde se analizan para saber si las células lucen cancerosas o benignas.
El sangrado en el lugar donde se realiza la biopsia ocurre pocas veces excepto en las personas que tienen padecimientos hemorrágicos. Asegúrese de informar a su médico si presenta problemas con sangrado o si usted está tomando medicinas que podrían causar hemorragia, como aspirina o anticoagulantes.
Por lo general, se debe realizar esta prueba en todos los nódulos tiroideos que están lo suficientemente grandes como para ser palpados. Esto significa que son más grandes de un centímetro (alrededor de 1/2 pulgada) de ancho. A menudo los médicos usan una ecografía para observar la tiroides durante la biopsia, lo que ayuda a asegurar que se obtienen muestras de las áreas correctas. Esto es especialmente útil para nódulos más pequeños. También, las biopsias FNA se pueden usar para obtener muestras de ganglios linfáticos hinchados en el cuello con el fin de saber si contienen cáncer.
Algunas veces será necesario repetir una biopsia FNA, ya que las muestras no contenían suficientes células. La mayoría de las biopsias FNA indicarán que el nódulo tiroideo es benigno. En pocas ocasiones, los resultados de la biopsia indican que el nódulo es benigno aun cuando hay cáncer. El cáncer es diagnosticado claramente en aproximadamente sólo una de cada 20 biopsias FNA.
Algunas veces, los resultados de la prueba primero se clasifican como “sospechosos” o “de significado incierto” si los hallazgos de la FNA no indican claramente si un nódulo es benigno o maligno. Si esto ocurre, el médico puede ordenar pruebas de laboratorio en la muestra (vea información más adelante).
Si el diagnóstico no está claro después de la biopsia FNA, es posible que se necesite una biopsia más compleja para obtener una mejor muestra, particularmente si el médico tiene razones para creer que el nódulo puede ser canceroso. Esto pudiera incluir una biopsia por punción usando una aguja más grande, una biopsia “abierta” quirúrgica para extraer el nódulo, o una lobectomía (extirpación de la mitad de la glándula tiroidea). Las biopsias quirúrgicas y las lobectomías se realizan en el quirófano (sala de operaciones) mientras usted está bajo anestesia general (dormido profundamente). Una lobectomía también puede ser el tratamiento principal de algunos cánceres en sus comienzos, aunque para muchos cánceres el resto de la tiroides también tendrá que extirparse (durante una operación llamada tiroidectomía de complemento).
En algunos casos, los médicos pueden usar pruebas moleculares para identificar cambios genéticos específicos en las células cancerosas. Esto se puede hacer por distintas razones:
Estas pruebas se pueden realizar en el tejido que se obtiene durante una biopsia o cirugía para el cáncer de tiroides. Si la muestra de la biopsia es demasiado pequeña y no se pueden hacer todas las pruebas moleculares, la prueba también se puede hacer en sangre que se extrae de una vena al igual que una extracción de sangre regular.
Las pruebas sanguíneas no se utilizan para descubrir el cáncer de tiroides. Sin embargo, estas pruebas pueden ayudar a mostrar si su tiroides está funcionando normalmente, lo que puede ayudar a los médicos a decidir qué otras pruebas podrían ser necesarias. También se pueden usar para mantener bajo observación a ciertos cánceres.
Las pruebas de los niveles sanguíneos de la hormona estimulante de tiroides (TSH) se pueden utilizar para estudiar la actividad general de su glándula tiroides. Los niveles de TSH, la cual es producida por la glándula pituitaria, podrían estar altos si la tiroides no está produciendo suficientes hormonas. Esta información se puede usar para ayudar a seleccionar cuáles estudios por imágenes (como ecografía o gammagrafías con yodo radiactivo) se utilizarán para examinar un nódulo tiroideo. Por lo general, el nivel de TSH es normal en el cáncer de tiroides.
Estas hormonas son las que principalmente produce la glándula tiroides. Los niveles de estas hormonas también se pueden medir para obtener una idea de la función de la glándula tiroidea. Por lo general, los niveles T3 y T4 son normales en el cáncer de tiroides.
La tiroglobulina es una proteína producida por la glándula tiroides. La medida del nivel de esta proteína en la sangre no se puede utilizar para diagnosticar cáncer de tiroides, aunque puede ser útil después del tratamiento. Una manera común de tratar el cáncer de tiroides es mediante la extirpación quirúrgica de la mayor parte de la tiroides y luego usar yodo radiactivo para destruir cualquier célula de tiroides remanente. Estos tratamientos deben causar un nivel muy bajo de tiroglobulina en la sangre dentro de varias semanas. Si el nivel no es bajo, esto podría significar que aún existen células del cáncer de tiroides en el cuerpo. Un nuevo aumento en el nivel después de haber estado bajo es un signo de que el cáncer podría estar regresando.
La calcitonina es una hormona que ayuda a controlar cómo el cuerpo usa el calcio. Esta hormona es producida por las células C en la tiroides, las células que se pueden convertir en cáncer de tiroides medular (MTC). Si se sospecha la presencia de un MTC o si usted tiene un antecedente familiar de la enfermedad, los análisis de sangre para los niveles de calcitonina pueden ayudar a detectar el MTC. Esta prueba también se usa para determinar la presencia de una posible recurrencia de MTC después del tratamiento. Debido a que la calcitonina puede afectar los niveles de calcio en la sangre, es posible que estos niveles también sean analizados.
Las personas con cáncer de tiroides medular (MTC) a menudo tienen altos niveles sanguíneos de una proteína llamada antígeno carcinoembrionario (CEA). Algunas veces, las pruebas del antígeno carcinoembrionario pueden ayudar a vigilar el cáncer.
Es posible que también se le hagan otras pruebas de sangre. Por ejemplo, si usted se va a someter a una cirugía, se realizarán pruebas para: verificar los recuentos de células sanguíneas, determinar si hay padecimientos hemorrágicos y verificar la función de su hígado y sus riñones.
El MTC puede ser causado por un síndrome genético que también causa un tumor llamado feocromocitoma. Los feocromocitomas pueden causar problemas durante la cirugía si el paciente está bajo anestesia (en estado de sueño profundo). Por este motivo, a los pacientes con MTC que se someterán a una cirugía se les realizan pruebas para determinar si también tienen un feocromocitoma. Esto puede conllevar análisis de sangre para epinefrina (adrenalina) y una hormona relacionada llamada norepinefrina, y/o análisis de orina para sus productos derivados (metanefrinas).
Los tumores de la tiroides a veces pueden afectar las cuerdas vocales. Si usted se va a someter a una cirugía para tratar el cáncer de tiroides, probablemente se realizará con anterioridad un procedimiento llamado laringoscopia para determinar si las cuerdas vocales se están moviendo normalmente. Para realizar este examen, el médico observa la garganta para examinar la laringe con espejos especiales o con un laringoscopio, un tubo con una luz y una lente en el extremo que facilita la observación de la laringe.
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Actualización más reciente: mayo 19, 2020
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